A su bautismo,
fueron Gingers y Rosa Gerbera.
A su confirmación y comunión,
Clavel y Cala.
A su matrimonio,
Lilium y Violeta.
A su funeral,
Crisantemo, Fresia
y las Campanas…
remecidas, en silencio.
En todas las ceremonias,
Cardenales.
A Juan lo sepultaron en la falda de un cerro,
donde viaja la vida en las patas de las abejas
o llevada por el albur del viento,
donde los caracoles arrastran el peso
de la eternidad.
Juan yace esperando,
bajo los pétalos de un durazno en flor.
Ahí;
yuyos,
dedales de oro,
verónicas pérsicas,
multisias,
chilcas,
manzanillas…
en aromas y colores,
todo el año…
Oscar Concha Mena
domingo, 25 de octubre de 2009
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