miércoles, 3 de febrero de 2010

El sagrado vino

El vino se hizo sagrado para siempre
con el primer milagro de las bodas
en Canaán la buena tierra
arida, ancestral y prometida.
convertido de agua pobre
en savia roja incandescente
espíritu de parras encantadas
que entonces quemaba lacerante
las jóvenes entrañas virginales
de esos novios imperfectos
que aún no saben gozar con su dolor.

El vino madura escondido
como una culpa adolescente
durmiéndose años en una cuba negra
trasegado de su noble madera
lo mismo que un hombre sabio
es fruto de la espera cotidiana
el vino es tiempo de aroma generoso
es fermento litúrgico de acoholes
alegre y mágico vehículo de arengas
rojo velo y grueso cuerpo
sangre ardiente que deleita
etílicos recuerdos de estruendosa bravura
es tesoro azucarado para el preso
medicina para mi ocio sin indulto
medida justa de lujuria prostituta
y un paraíso artificial para poetas.

Si mientras el vino reposa
en la copa cristalina del talento
la luz de algún deseo lo atraviesa
se tiñe del color de una sangre cosechada
libera la mente anquilosada
amenaza tiranía sobre el cuerpo
enciende el deseo y extingue el rencor
espanta nuestra torpe cordura soñolienta
y llama raudo a esta inquieta lucidez
con que se hace adorar en homenajes
nos hace pronunciar más que lo sensato
y despierta este otro yo más verdadero.

Prisionero adulto de verdes cristales
protegido de las luces lacerantes
he de beberte como la breve vida
lento, y evitar que me lleves la cabeza
que despiertes en mí tu mansa cólera
y sacudas mis sentidos ya dormidos.

¡Vino ven, respira y escucha!
esta cofrafía de entusiastas de las letras
que han dejado esta jornada las estrofas
empeñados ahora en otras ciencias
para cumplir esta tarea predilecta:
engullirse con fruición y con tu ayuda
estas sabrosas carnes palpitantes
de quién sabe qué víctima inocente
con el sólo pretexto de beberte.

¡Salud!


Gonzalo Martinez - 2000

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